Glosario
A↑
- Abolicionismo Penal
El abolicionismo penal es un movimiento político y filosófico que propone desmantelar el sistema penitenciario y transformar radicalmente la justicia penal. Sus defensores argumentan que las cárceles no resuelven las causas de la violencia, sino que la reproducen, especialmente contra comunidades racializadas, pobres y marginadas. Sostienen que el encarcelamiento masivo constituye una forma moderna de control social y de perpetuación del racismo estructural. En lugar de prisión, el abolicionismo plantea alternativas como la justicia restaurativa, la justicia comunitaria y la justicia transformativa, que priorizan la reparación del daño y la reinserción social sobre el castigo. Movimientos como Black Lives Matter han revitalizado este debate, denunciando que las cárceles funcionan como una industria lucrativa que explota a las personas presas. Aunque criticado por considerarse utópico, el abolicionismo penal ofrece una visión crítica para repensar qué entendemos por justicia y cómo construir sociedades seguras sin reproducir opresiones.
- Activismo performativo
El activismo performativo es un tipo de activismo superficial en el que individuos, marcas o instituciones adoptan símbolos, discursos o gestos progresistas sin un compromiso real con las causas que dicen defender. Ejemplos incluyen cambiar un logotipo en redes sociales durante el Mes del Orgullo sin implementar políticas inclusivas internas, o publicar mensajes feministas sin abordar el acoso laboral. Aunque puede aumentar la visibilidad de ciertos temas, el activismo performativo corre el riesgo de vaciar de contenido las luchas sociales, reduciéndolas a marketing o a gestos simbólicos. En redes sociales, se observa cuando usuarios comparten hashtags o imágenes sin involucrarse en acciones más profundas o transformadoras. La crítica principal es que este tipo de activismo reproduce dinámicas de poder, ya que quienes se benefician de la “buena imagen” no suelen asumir los costos del cambio real. Frente a ello, movimientos sociales exigen coherencia: que el discurso vaya acompañado de transformaciones estructurales, y se predique con el ejemplo.
- Afrofeminismo
El afrofeminismo es una corriente feminista impulsada por mujeres negras que articula la lucha contra el racismo y el patriarcado de forma conjunta. Surge como crítica al feminismo hegemónico blanco, que ha ignorado históricamente las experiencias específicas de las mujeres negras, y como crítica a los movimientos antirracistas liderados por hombres, que relegaban las demandas de género. Escritoras como Angela Davis, bell hooks o Audre Lorde aportaron marcos teóricos fundamentales para el afrofeminismo, que insiste en que no es posible entender el sexismo sin comprender cómo se entrelaza con la raza, la clase y la colonialidad. El afrofeminismo también ha inspirado movimientos en América Latina, África y el Caribe, donde se denuncian las formas particulares en que el racismo y el machismo atraviesan la vida de las mujeres negras. Este enfoque, cercano a la interseccionalidad, visibiliza tanto la opresión como la agencia de las mujeres negras, promoviendo su liderazgo en luchas sociales y culturales.
- Algoritmos discriminatorios
Los algoritmos discriminatorios son sistemas de inteligencia artificial o programas informáticos que reproducen y amplifican prejuicios sociales al basarse en datos sesgados. Ejemplos incluyen software de reclutamiento que penaliza currículos de mujeres o personas racializadas, sistemas de reconocimiento facial menos precisos con piel oscura, o predicciones policiales que criminalizan comunidades marginalizadas. En la cultura woke, este concepto alerta sobre cómo la tecnología no es neutral y puede perpetuar sistemas de opresión bajo apariencia de objetividad. Denunciar algoritmos discriminatorios implica exigir transparencia, regulación y desarrollo ético de tecnologías, así como participación de comunidades diversas en su diseño. También invita a pensar la justicia digital como parte de la justicia social. Los algoritmos son nuevos campos de disputa donde se juegan desigualdades y derechos en la era contemporánea.
- Aliade
El término “aliade” (en español) o “ally” (en inglés) se refiere a personas que, sin pertenecer a un grupo oprimido, apoyan activamente sus luchas por la igualdad y la justicia social. Ser aliade implica algo más que empatía: requiere un compromiso real de cuestionar privilegios propios, amplificar las voces marginadas y participar en la transformación estructural. En el contexto LGBTQ+, por ejemplo, un aliade es quien defiende derechos, respeta pronombres, acompaña en la denuncia de discriminaciones y se educa continuamente. En el feminismo, se espera que los hombres aliades cuestionen la masculinidad tóxica y respalden las demandas de equidad sin intentar protagonizar el movimiento. Sin embargo, existe también la figura del “aliade performativo”, que busca reconocimiento personal más que contribuir al cambio real. Ser un aliade auténtico significa incomodarse, asumir responsabilidad y usar los privilegios propios como herramientas para abrir espacios de justicia social.
- Antiespecismo
El antiespecismo es una corriente ética y política que cuestiona el especismo, es decir, la discriminación basada en la especie. Al igual que el racismo o el sexismo, el especismo establece jerarquías que colocan a los seres humanos por encima de los animales, justificando su explotación y sufrimiento. Los movimientos antiespecistas defienden que no existe una base moral sólida para excluir a los animales de la consideración ética, y abogan por su liberación. Esto se traduce en prácticas como el veganismo, la oposición a la experimentación animal y la crítica a industrias cárnicas, lácteas y de entretenimiento. En relación con la cultura woke, el antiespecismo se conecta con el ecofeminismo y con la justicia ambiental, señalando que las estructuras que oprimen a animales y a colectivos humanos marginados tienen raíces comunes en el patriarcado y el capitalismo. Sus detractores lo consideran radical, pero ha transformado debates contemporáneos sobre ética, consumo y sostenibilidad.
- Antiintelectualismo
El antiintelectualismo es una actitud de rechazo o desprecio hacia el conocimiento académico, científico o crítico, generalmente acompañado de la acusación de que este es elitista, desconectado de la realidad o innecesariamente complejo. En el contexto de los debates sobre la cultura woke, el antiintelectualismo aparece cuando sectores conservadores critican a las universidades y a los movimientos estudiantiles por “imponer ideologías” como la teoría de género, la interseccionalidad o la teoría crítica de la raza. Sin embargo, también puede surgir dentro de los mismos movimientos progresistas cuando se acusa a ciertos discursos de estar demasiado encerrados en lo académico, sin llegar a la práctica social. Este rechazo al pensamiento crítico no es nuevo: históricamente ha sido utilizado para atacar a intelectuales disidentes o minorías académicas. Frente a él, se plantea la necesidad de democratizar el conocimiento, hacerlo accesible y vincularlo con las luchas sociales sin caer en elitismos.
- Apropiación cultural
La apropiación cultural se refiere al uso, adopción o explotación de elementos de una cultura subordinada por parte de un grupo dominante, generalmente sin respeto por su significado, contexto o derechos. Ejemplos comunes incluyen la comercialización de símbolos indígenas como moda, el uso de peinados afro por celebridades blancas sin reconocer su historia de resistencia, o la banalización de rituales religiosos con fines turísticos. Críticos sostienen que la apropiación cultural refuerza desigualdades históricas, ya que quienes pertenecen a culturas dominantes obtienen prestigio o beneficios económicos mientras los grupos originarios enfrentan estigmatización por los mismos elementos. En los debates contemporáneos, distinguir entre apropiación e intercambio cultural es complejo, pero la clave radica en el poder: quién se beneficia, quién es invisibilizado y quién define el valor cultural. Reconocer la apropiación cultural exige replantear relaciones entre identidad, poder y mercado en sociedades globalizadas.
- Apropiación lingüística
La apropiación lingüística ocurre cuando lenguas o formas de hablar de comunidades marginadas son tomadas por grupos dominantes y utilizadas fuera de su contexto, generalmente sin reconocimiento ni respeto. Esto sucede, por ejemplo, cuando expresiones afroamericanas del inglés (African American Vernacular English) son adoptadas en la cultura pop sin reconocimiento de su origen, o cuando el spanglish es explotado en campañas publicitarias sin atender a la realidad de las comunidades migrantes. Aunque algunos defienden que el lenguaje es dinámico y evoluciona constantemente, la crítica apunta a que la apropiación lingüística invisibiliza a quienes enfrentan discriminación por usar esas mismas expresiones en su vida cotidiana. En el marco de la cultura woke, se denuncia que la apropiación lingüística refuerza desigualdades culturales y simbólicas, ya que convierte en moda lo que en otros contextos es causa de exclusión. Frente a esto, se plantea la necesidad de reconocer y valorar la diversidad lingüística desde la equidad.
- Arte Activista
El arte activista es una forma de producción cultural que busca provocar reflexión, denuncia y transformación social. A diferencia del arte comercial o meramente estético, el arte activista se concibe como herramienta política y pedagógica. Incluye expresiones como el muralismo comunitario, el performance feminista, la música de protesta, el teatro callejero o el arte digital viralizado en redes. Ejemplos contemporáneos son las intervenciones del colectivo chileno LasTesis con su performance “Un violador en tu camino” o los murales antirracistas en Estados Unidos tras el asesinato de George Floyd. El arte activista no solo visibiliza injusticias, sino que genera espacios de encuentro, resignificación de identidades y construcción de memorias colectivas. Su impacto reside en la capacidad de llegar a públicos amplios, interpelar emociones y desafiar narrativas dominantes. En la cultura woke, el arte activista se considera parte esencial de la resistencia cultural y de la creación de imaginarios alternativos.
- Autodeterminación de género
La autodeterminación de género es el principio según el cual cada persona tiene el derecho a definir y expresar su propia identidad de género sin necesidad de someterse a autorizaciones médicas, psicológicas o legales. Este enfoque rompe con modelos patologizantes que históricamente exigían diagnósticos de “disforia de género” o pruebas médicas para reconocer la identidad trans. A nivel político, se traduce en legislaciones que permiten a las personas modificar sus documentos oficiales basándose únicamente en su declaración personal. La autodeterminación de género reconoce la autonomía sobre el propio cuerpo y la identidad, y constituye una reivindicación central de los movimientos trans y transfeministas. Sus detractores suelen acusarla de “subjetivismo” o de amenazar definiciones tradicionales de sexo, pero sus defensores sostienen que garantiza derechos humanos fundamentales y dignidad. Se trata, en última instancia, de cuestionar quién tiene la autoridad para definir el género: el Estado, la medicina o la propia persona.
- Autoetnografía
La autoetnografía es un método de investigación que combina autobiografía y etnografía, donde el investigador utiliza su experiencia personal como vía para analizar fenómenos sociales y culturales. En la cultura woke, este enfoque ha ganado relevancia porque reconoce que el conocimiento está situado y que las vivencias individuales pueden iluminar estructuras de poder y opresión. La autoetnografía permite a personas de comunidades marginadas narrar sus experiencias desde dentro, en lugar de ser objeto de estudio externo. También desafía la idea de que la ciencia debe ser totalmente objetiva y distante. Lejos de ser mera introspección, es una práctica crítica que conecta lo personal con lo político. A través de la autoetnografía, se amplían las voces y narrativas en la producción de conocimiento, democratizando la investigación y reconociendo su dimensión ética.
B↑
- Binarismo de género
El binarismo de género es el sistema que divide a la humanidad en dos categorías rígidas y opuestas: hombre y mujer, basándose en una correspondencia con el sexo biológico. Este modelo excluye la existencia de identidades no binarias, intersexuales o fluidas, y ha sido central en la organización patriarcal de la sociedad. El binarismo establece jerarquías de género (lo masculino sobre lo femenino) y legitima desigualdades en el acceso a derechos, poder y representación. En la cultura contemporánea, cuestionar el binarismo de género significa abrir la posibilidad a una visión más plural, donde el género se entiende como construcción social, cultural y personal. Movimientos queer y transfeministas rechazan el binarismo porque invisibiliza experiencias humanas diversas y fuerza a las personas a encajar en categorías limitadas. Desmantelar el binarismo implica no solo reconocer identidades no binarias, sino transformar sistemas legales, educativos y culturales que lo reproducen.
- Biopolítica
La biopolítica es un concepto teórico desarrollado principalmente por el filósofo Michel Foucault, que se refiere a las formas en que el poder moderno gestiona, regula y controla la vida de las poblaciones. A diferencia de los regímenes tradicionales de poder, centrados en el castigo y la soberanía directa sobre los cuerpos, la biopolítica actúa sobre la vida misma: la salud, la natalidad, la sexualidad, la higiene, la mortalidad y los comportamientos de los individuos y colectivos. En este sentido, implica una transición del poder soberano —que tenía la capacidad de “hacer morir o dejar vivir”— al poder biopolítico, que busca “hacer vivir y dejar morir”, interviniendo en los procesos vitales con el fin de optimizar, normar y controlar la existencia.
En el marco de los estudios contemporáneos, la biopolítica ha sido utilizada para analizar cómo los Estados, instituciones y corporaciones administran la vida a través de políticas de salud pública, censos, control migratorio, políticas de reproducción, discursos sobre género y sexualidad, o sistemas de seguridad social. También se aplica a debates en torno a la medicalización de los cuerpos, la regulación de las identidades disidentes o las estrategias de vigilancia digital, que amplían el campo biopolítico en la era tecnológica.
En relación con la cultura woke, la biopolítica permite cuestionar cómo el poder atraviesa los cuerpos y produce jerarquías: quiénes son considerados vidas “dignas de ser vividas” y quiénes quedan expuestos a la precariedad, la exclusión o la violencia estructural. Este análisis conecta con luchas feministas, antirracistas y queer, que denuncian la manera en que los sistemas de opresión controlan y disciplinan ciertas existencias. La biopolítica, por tanto, no solo es un concepto analítico, sino también una herramienta crítica para comprender y transformar las dinámicas de poder sobre la vida en las sociedades contemporáneas.
- Blanquitud
La blanquitud, o whiteness, es una construcción social que define lo “blanco” como norma, ideal y símbolo de superioridad cultural, estableciendo así un marco de privilegio racial. No se refiere únicamente al color de piel, sino a un sistema simbólico y estructural que otorga ventajas materiales, sociales y culturales a quienes son considerados blancos. Los estudios sobre blanquitud analizan cómo esta condición opera de forma invisible: mientras otras identidades raciales son “marcadas”, la blancura aparece como universal y neutral. La blanquitud se expresa en la representación mediática (donde las personas blancas suelen ocupar roles centrales), en políticas migratorias, en el acceso diferencial a vivienda, educación o justicia, y en los imaginarios de belleza. Críticas al concepto señalan que visibilizar la blanquitud permite desnaturalizar su posición dominante. En la cultura woke, cuestionar la blanquitud es clave para desmontar el racismo sistémico y comprender cómo se reproduce la desigualdad racial.
- Body positive
El movimiento body positive busca transformar las percepciones sociales sobre el cuerpo, promoviendo la aceptación, el respeto y el amor propio hacia todas las corporalidades, independientemente de su tamaño, forma, edad, color de piel o capacidad. Surge como respuesta a la cultura de la delgadez impuesta por los medios y a la gordofobia extendida en la sociedad. El body positive critica la medicalización del cuerpo gordo, los estándares de belleza inalcanzables y la exclusión de cuerpos no normativos en la moda, el arte y la publicidad. Además, se conecta con luchas feministas al cuestionar la presión estética ejercida sobre las mujeres. Aunque el movimiento ha sido cooptado por la industria de la moda y las redes sociales en versiones más comerciales y superficiales, en su raíz se centra en la diversidad corporal y en la denuncia de la discriminación. Es un llamado a valorar la dignidad de todos los cuerpos como espacios legítimos de existencia.
- Body shame
El body shame se refiere al sentimiento de vergüenza, rechazo o incomodidad que una persona experimenta hacia su propio cuerpo debido a estándares sociales de belleza, salud o normalidad. Surge de la interiorización de mensajes culturales que imponen un ideal corporal —delgado, joven, normativo, sin discapacidad— y que etiquetan a los cuerpos que se apartan de él como inadecuados, feos o problemáticos. Este fenómeno se manifiesta tanto en la vida cotidiana como en la publicidad, los medios de comunicación y las interacciones en redes sociales, donde la exposición constante intensifica la autocrítica. En la cultura woke, el concepto de body shame se utiliza para denunciar cómo los sistemas de opresión, como el patriarcado, el capacitismo o la gordofobia, generan malestar en las personas al hacerles sentir que su cuerpo no tiene valor si no encaja en el ideal dominante. Combatir el body shame implica promover movimientos como el body positive y el body neutrality, fomentar la diversidad en la representación de los cuerpos y cuestionar la medicalización excesiva o la estigmatización asociada a ciertos rasgos físicos. Si bien puede experimentarse de manera individual, el body shame refleja un problema social estructural que condiciona la autoestima, la salud mental y el acceso a derechos básicos.
C↑
- Capacitismo
El capacitismo, también llamado ableísmo, es un sistema de discriminación y opresión basado en la idea de que las personas sin discapacidad representan la “normalidad” y, por lo tanto, son superiores. Este enfoque valora las capacidades físicas, cognitivas y sensoriales dentro de parámetros normativos, mientras excluye o devalúa a quienes no se ajustan a ellos. Se manifiesta en barreras arquitectónicas, falta de accesibilidad en la educación y el empleo, estereotipos paternalistas, invisibilización en los medios, e incluso en la suposición de que las personas con discapacidad necesitan constantemente ayuda o que su vida vale menos. El capacitismo está profundamente arraigado en el lenguaje cotidiano (“eso es de ciegos”, “está loco”), en la cultura laboral (exclusión de cuerpos no normativos) y en el sistema de salud, que suele priorizar la “corrección” sobre la aceptación. El anticapacitismo busca un cambio estructural: visibilizar la diversidad funcional, garantizar derechos plenos, reconocer la autonomía de las personas y crear sociedades verdaderamente inclusivas.
- Capitalismo woke
El “capitalismo woke” es una crítica al modo en que empresas y marcas adoptan discursos progresistas sobre diversidad, género, ecología o derechos humanos como estrategias de marketing sin comprometerse con cambios estructurales. Por ejemplo, corporaciones que celebran el Mes del Orgullo con productos arcoíris mientras financian partidos políticos anti-LGBTQ+, o compañías que se suman al feminismo en campañas publicitarias mientras mantienen brechas salariales de género. Este fenómeno genera desconfianza porque vacía de contenido político las luchas sociales y convierte la justicia en mercancía. Algunos lo consideran una forma de “lavado de imagen” comparable al greenwashing, donde lo importante no es la transformación real sino la percepción pública. Sin embargo, otros sostienen que la visibilidad que aportan las marcas puede normalizar ciertos discursos en el espacio público. En cualquier caso, el capitalismo woke muestra la tensión entre la mercantilización de los derechos y las demandas de cambio profundo.
- Cisgénero
La categoría “cisgénero” designa a aquellas personas cuya identidad de género coincide con el sexo asignado al nacer. Se trata del opuesto a “transgénero” y, aunque pueda parecer un término neutral, su uso tiene un fuerte impacto político: visibiliza que la experiencia de género de quienes son cis no es la “norma universal”, sino una entre muchas. En contextos patriarcales y cisnormativos, las personas cis disfrutan de múltiples privilegios que a menudo pasan desapercibidos: no tener que explicar o justificar su identidad, contar con documentos que reflejan su género, acceder a baños y vestuarios sin cuestionamientos o verse representados en la mayoría de producciones culturales. El término se utiliza también para invitar a reflexionar sobre cómo se construye el privilegio y cómo este se relaciona con la discriminación hacia personas trans. Reconocer la cisgeneridad como posición específica permite desnaturalizar jerarquías de género y abrir paso a sociedades más inclusivas.
- Colorismo
El colorismo es una forma de discriminación basada en el tono de piel dentro de un mismo grupo racial o étnico. A diferencia del racismo, que se centra en la diferencia entre grupos raciales, el colorismo establece jerarquías internas donde las pieles más claras reciben privilegios y las más oscuras enfrentan mayor discriminación. Este fenómeno se origina en el colonialismo, donde lo blanco y lo claro eran símbolos de estatus y poder, y persiste en ámbitos como la moda, la publicidad, el cine, el acceso a empleos o incluso en dinámicas familiares. En muchos contextos, el colorismo reproduce estigmas asociados a lo “negro” como negativo y refuerza aspiraciones de blanquitud. El colorismo afecta tanto la autoestima como las oportunidades vitales de millones de personas en todo el mundo. En los estudios críticos, se lo analiza como una intersección entre racismo, clase y género, que contribuye a perpetuar desigualdades históricas.
- Conciencia social
La conciencia social es la capacidad de comprender cómo las estructuras sociales, económicas, culturales y políticas afectan a la vida de individuos y colectivos. Implica reconocer que la desigualdad no es un asunto meramente individual, sino el resultado de sistemas históricos y estructurales. Desarrollar conciencia social supone cultivar empatía hacia los sectores oprimidos y un compromiso hacia la transformación colectiva. En la cultura woke, la conciencia social se relaciona con el despertar frente a injusticias como el racismo, el sexismo, la homofobia o el colonialismo. Esta noción está presente tanto en la educación crítica como en movimientos sociales que promueven la acción colectiva. La conciencia social también se conecta con el concepto de “despertar político”: un proceso mediante el cual las personas comienzan a identificar privilegios, reconocer opresiones y cuestionar narrativas dominantes. No es un estado fijo, sino un proceso en constante evolución y debate.
- Corporalidad política
La expresión corporalidad política se refiere a la idea de que el cuerpo humano no es solo una realidad biológica o individual, sino también un espacio atravesado por relaciones de poder, normas sociales y disputas políticas. En el marco de la cultura woke y de las teorías críticas, este concepto destaca que los cuerpos no existen en el vacío: son regulados, controlados y jerarquizados por sistemas de opresión como el patriarcado, el racismo, el capacitismo o la heteronormatividad. Ejemplos claros incluyen la regulación del aborto, las políticas de control migratorio, la medicalización de las identidades trans o la violencia policial hacia cuerpos racializados.
Desde esta perspectiva, la corporalidad política convierte al cuerpo en un campo de resistencia y transformación. Los movimientos feministas, queer, antirracistas y de personas con discapacidad han reivindicado el cuerpo como un lugar de lucha y visibilización: marchar en la calle, mostrarse en su diversidad, ocupar el espacio público o reapropiarse de la estética son formas de hacer política a través del cuerpo. Así, la corporalidad política conecta con otros conceptos como cuerpos disidentes, performatividad de género y biopolítica, subrayando que la emancipación no solo se juega en las instituciones o en las leyes, sino también en cómo habitamos, mostramos y defendemos nuestros cuerpos frente a las normas impuestas.
- corrección política
La corrección política es un término que se refiere al uso del lenguaje y de las prácticas sociales con el fin de evitar expresiones o comportamientos que resulten ofensivos, discriminatorios o excluyentes hacia grupos históricamente marginados, como mujeres, personas racializadas, comunidades LGBTQ+, personas con discapacidad, entre otros. Su objetivo inicial fue promover un marco de respeto y dignidad en el espacio público, impulsando cambios en la forma en que hablamos y actuamos para reducir prejuicios y violencias simbólicas. Ejemplos incluyen sustituir términos peyorativos por otros respetuosos, como decir “personas con discapacidad” en lugar de “inválidos”, o usar fórmulas inclusivas como “todas, todos y todes”.
En el marco de la cultura woke, la corrección política se entiende como una herramienta necesaria para transformar el lenguaje y, con ello, cuestionar las estructuras sociales que sostienen desigualdades. Sin embargo, el término también es usado de manera crítica o peyorativa, especialmente por sectores conservadores o liberales, que lo ven como una imposición que restringe la libertad de expresión y genera censura. El debate en torno a la corrección política refleja tensiones entre inclusión y autonomía, mostrando que el lenguaje no es neutro, sino un campo de disputa política. Para sus defensores, la corrección política no es censura, sino un paso hacia una comunicación más justa; para sus detractores, representa un exceso del progresismo.
- Cuerpos disidentes
La expresión cuerpos disidentes se refiere a aquellos cuerpos que desafían, cuestionan o no se ajustan a las normas hegemónicas de belleza, género, sexualidad, capacidad o racialización impuestas por la sociedad dominante. Se trata de cuerpos que rompen con la idea de lo “normal” y, por ello, muchas veces son objeto de discriminación, patologización o invisibilización. Este concepto, muy presente en la cultura woke, engloba no solo a los cuerpos de personas trans, no binarias o intersexuales, sino también a cuerpos gordos, racializados, con discapacidad o que expresan la sexualidad y el deseo fuera de la heteronormatividad. Al hablar de cuerpos disidentes, los movimientos críticos buscan reivindicar estas corporalidades no como “fallas” o “anomalías”, sino como expresiones legítimas de diversidad humana y como espacios políticos de resistencia frente al capacitismo, la gordofobia, el racismo o el sexismo. Así, los cuerpos disidentes se convierten en lugares de lucha, orgullo y creación de nuevas formas de habitar el mundo, desafiando el control social sobre la corporalidad. En esta línea, el término conecta con movimientos como body positive, body neutrality, el transfeminismo y el activismo anticapacitista, que promueven una visión plural, inclusiva y emancipadora de los cuerpos.
- Cultura de la cancelación
La cultura de la cancelación es un fenómeno social que consiste en el rechazo público y, muchas veces, masivo hacia personas, instituciones o productos que han cometido actos considerados ofensivos, discriminatorios o inmorales. Este rechazo suele expresarse en redes sociales mediante campañas de boicot, críticas o retiro de apoyo. En el marco de la cultura woke, la cancelación se entiende como un mecanismo comunitario para visibilizar violencias estructurales, aunque también puede derivar en dinámicas punitivas que reproducen exclusión en lugar de promover transformación. Este fenómeno se ha intensificado con el auge de redes sociales, donde campañas de boicot pueden volverse masivas rápidamente.El fenómeno ha generado debates intensos sobre los límites entre justicia social, libertad de expresión y censura. Sus defensores argumentan que es una forma de rendición de cuentas frente a sistemas donde los poderosos rara vez enfrentan consecuencias por sus actos. Sus detractores, en cambio, la ven como linchamiento digital que no permite el debate ni la reparación. Argumentan que la cancelación constituye una forma de censura, intolerancia y persecución ideológica que amenaza la libertad de expresión. En este marco, académicos, artistas o figuras públicas que pierden espacios por comentarios considerados ofensivos son defendidos como “víctimas de la corrección política”.
- Cultura del privilegio
La cultura del privilegio se refiere a la forma en que ciertos grupos sociales disfrutan de ventajas invisibles en función de características como raza, género, clase, orientación sexual o capacidad. Estos privilegios, que para quienes los poseen suelen pasar desapercibidos, se manifiestan en trato preferencial, acceso desigual a recursos y ausencia de ciertas violencias. Por ejemplo, la libertad de caminar de noche sin temor a acoso es un privilegio de muchos hombres frente a las mujeres, o la facilidad para encontrar cosméticos adecuados al tono de piel como privilegio de personas blancas. En la cultura woke, reconocer los privilegios no es sinónimo de culpabilización individual, sino un llamado a la responsabilidad ética: identificar las ventajas estructurales y utilizarlas para transformar las desigualdades. Desnaturalizar el privilegio permite evidenciar cómo se reproducen jerarquías sociales y abre la posibilidad de construir relaciones más equitativas.
D↑
- Decolonialismo
El decolonialismo es un movimiento intelectual, político y cultural que busca desmantelar las estructuras, saberes y jerarquías impuestas por el colonialismo europeo y su legado persistente: la colonialidad. Este pensamiento, impulsado por intelectuales latinoamericanos y africanos como Aníbal Quijano, Walter Mignolo o Ngũgĩ wa Thiong’o, subraya que la independencia formal de los países no eliminó el control cultural, epistémico y económico del norte global. El decolonialismo promueve la recuperación de saberes indígenas y afrodescendientes, la crítica a la hegemonía del conocimiento occidental y la búsqueda de horizontes plurales que reconozcan la dignidad de todos los pueblos. En la práctica, se traduce en proyectos educativos bilingües, activismos contra el extractivismo y reivindicación de memorias silenciadas. Frente al universalismo eurocéntrico, el decolonialismo defiende la multiplicidad de modos de existir y pensar. Su impacto se extiende a feminismos, ecologismos y pedagogías críticas.
- Deconstrucción
La deconstrucción es un método filosófico desarrollado por Jacques Derrida que invita a analizar críticamente los discursos, textos y estructuras sociales para revelar sus contradicciones, jerarquías ocultas y exclusiones. En el campo político y cultural, la deconstrucción se ha convertido en una herramienta para cuestionar los supuestos que sostienen el patriarcado, el racismo o la heteronormatividad. “Deconstruirse” significa reconocer que lo que parecía natural es en realidad producto de construcciones sociales que pueden cambiarse. En el activismo, la deconstrucción se utiliza como práctica cotidiana para revisar privilegios propios, desmantelar prejuicios y abrirse a formas más justas de relación. Aunque algunos critican que el término se banaliza en discursos de moda, su potencia radica en permitir la crítica radical a los cimientos de la cultura dominante. La deconstrucción no ofrece verdades cerradas, sino posibilidades de pensar y actuar de manera diferente.
- Discriminación positiva
La discriminación positiva, también llamada acción afirmativa, es un conjunto de medidas y políticas diseñadas para corregir desigualdades históricas y estructurales que han afectado a determinados grupos sociales, como mujeres, personas racializadas, comunidades indígenas, personas con discapacidad o colectivos LGBTQ+. A diferencia de la discriminación negativa —que excluye o margina—, la discriminación positiva busca garantizar que las personas pertenecientes a grupos históricamente desfavorecidos tengan acceso real y efectivo a recursos, derechos, oportunidades y espacios de poder que de otro modo les serían más difíciles de alcanzar debido a barreras estructurales.
Estas medidas suelen incluir cuotas de género o de representación étnica en instituciones políticas, educativas o laborales; becas específicas para estudiantes de comunidades marginadas; incentivos para la contratación de personas con discapacidad; o políticas de acceso preferente en determinados servicios. El objetivo no es otorgar privilegios arbitrarios, sino equilibrar el terreno de juego y compensar desventajas que no son individuales, sino sociales y sistémicas.
El concepto, no obstante, es objeto de debate. Sus defensores sostienen que constituye una herramienta indispensable para acelerar la igualdad real y la justicia social, ya que reconoce que la supuesta “neutralidad” de las instituciones muchas veces perpetúa desigualdades invisibles. Sus críticos, en cambio, argumentan que puede generar un efecto de “injusticia inversa” hacia quienes no pertenecen a los grupos beneficiados, o que corre el riesgo de reducir a las personas a su identidad en lugar de valorar su mérito individual.
En el marco de la cultura woke y los debates contemporáneos sobre justicia social, la discriminación positiva se interpreta como una respuesta pragmática a la intersección de sistemas de opresión. Su implementación también se conecta con conceptos como techo de cristal, privilegio blanco, interseccionalidad o representación, ya que todos ellos apuntan a visibilizar y transformar las desigualdades persistentes en distintos ámbitos.
- Discurso de odio
El discurso de odio incluye toda forma de expresión que promueve, incita o justifica la discriminación, hostilidad o violencia contra personas o colectivos en función de su raza, género, religión, orientación sexual, discapacidad u otras características. Aunque a menudo se ampara en la libertad de expresión, el discurso de odio tiene consecuencias concretas: legitima agresiones, normaliza estereotipos y puede desembocar en violencia física. En el debate contemporáneo, uno de los grandes dilemas es cómo equilibrar el derecho a la libre expresión con el derecho a no ser objeto de violencia simbólica. Plataformas digitales y gobiernos han impulsado regulaciones para limitar el discurso de odio, lo que ha generado tensiones sobre censura. En la cultura woke, el discurso de odio no se considera mera opinión, sino un acto de poder que contribuye a mantener sistemas de opresión.
- Disidencias sexuales
Las disidencias sexuales engloban identidades, orientaciones y prácticas que se apartan de la norma cisheterosexual dominante. Incluyen a lesbianas, gays, bisexuales, personas trans, queer, intersexuales y no binarias, entre otras. El término destaca no solo la diversidad, sino también el carácter político de desafiar la heteronormatividad y el patriarcado. Hablar de disidencias implica reconocer que estas identidades no son meras “variaciones”, sino formas legítimas de existir que cuestionan los límites impuestos por el sistema binario y heterosexual. En América Latina, la categoría “disidencias” ha adquirido especial relevancia porque enfatiza la resistencia cultural y comunitaria frente a la violencia institucional, social y simbólica. Su uso busca desplazar etiquetas médicas o moralizantes hacia una afirmación de orgullo y dignidad. En la cultura woke, las disidencias sexuales representan una fuerza transformadora que amplía los horizontes de libertad y justicia.
E↑
- Ecofeminismo
El ecofeminismo es una corriente que vincula la opresión de las mujeres con la explotación de la naturaleza, sosteniendo que ambas están enraizadas en sistemas patriarcales y capitalistas. Surgió en los años 70 y 80 con autoras como Françoise d’Eaubonne y Vandana Shiva, quienes denunciaron que la lógica extractivista y el dominio masculino sobre la naturaleza comparten un mismo paradigma de control y violencia. El ecofeminismo propone alternativas basadas en el cuidado, la interdependencia y la sostenibilidad, valorando saberes tradicionales y comunitarios. En la práctica, se traduce en movimientos de mujeres campesinas que defienden el territorio, luchas contra la deforestación o campañas por la soberanía alimentaria. Aunque existen diversas corrientes, desde el ecofeminismo espiritual hasta el materialista, todas coinciden en la crítica a la dominación dual sobre mujeres y medio ambiente. En la cultura woke, el ecofeminismo conecta luchas de género y justicia ambiental.
- Ecologismo social
El ecologismo social es una corriente de pensamiento desarrollada por el teórico anarquista y ecologista Murray Bookchin (1921–2006), que plantea que la crisis ecológica no puede entenderse ni resolverse únicamente en términos ambientales, sino que está profundamente vinculada con las estructuras sociales de dominación y jerarquía. Según Bookchin, la explotación de la naturaleza surge de la misma lógica de opresión que organiza la sociedad humana: el patriarcado, el capitalismo, el racismo y las jerarquías políticas. Así, mientras existan relaciones sociales basadas en la dominación de unos grupos sobre otros, estas se proyectarán hacia la naturaleza en forma de explotación y degradación ambiental. La ecología social propone una alternativa que combina democracia directa, descentralización política, municipalismo libertario y un modelo económico cooperativo y ecológico. En la cultura woke, la ecología social se conecta con movimientos de justicia climática y ecofeminismo, al insistir en que no basta con “cuidar el planeta” si se mantienen intactas las desigualdades sociales que producen tanto opresión humana como destrucción ambiental. Más que un ecologismo técnico, es un enfoque emancipador que une sostenibilidad, justicia social y autonomía comunitaria como ejes inseparables.
- Economía de la indignación
La economía de la indignación es un concepto que describe cómo los medios de comunicación, las redes sociales y las plataformas digitales capitalizan y fomentan emociones negativas intensas —como la ira, el enfado o la indignación moral— para generar atención, clics y, en consecuencia, beneficios económicos. Este fenómeno se vincula con la lógica algorítmica que premia los contenidos más virales, y la indignación, al ser una emoción contagiosa y movilizadora, suele tener mayor capacidad de difusión que la información neutral o matizada. En el contexto de la cultura woke, la economía de la indignación se manifiesta tanto en campañas de denuncia contra prácticas discriminatorias (como el racismo, el sexismo o la transfobia) como en las reacciones adversas de quienes critican estos movimientos, generando polarización.
El problema radica en que la economía de la indignación convierte la protesta y el debate social en un recurso explotado por las plataformas y los medios, lo que puede distorsionar las luchas políticas al priorizar la visibilidad inmediata sobre el cambio estructural. También puede llevar a dinámicas de cultura de la cancelación que, si bien dan voz a colectivos marginados, pueden ser manipuladas o simplificadas para fines comerciales. Analizar este concepto implica cuestionar no solo cómo nos indignamos, sino también quién se beneficia económicamente de esa emoción colectiva y cómo esto impacta en la calidad de la democracia y el activismo digital.
- Epistemicidio
saberes y formas de pensamiento de pueblos o comunidades subordinadas por parte de sistemas coloniales o dominantes. El concepto fue desarrollado por pensadores decoloniales como Boaventura de Sousa Santos para describir cómo el colonialismo no sólo explotó territorios, sino que también impuso un monopolio sobre lo que se considera conocimiento válido. Ejemplos históricos incluyen la quema de códices mayas, la prohibición de lenguas indígenas o la marginación de saberes africanos en el campo científico. El epistemicidio no pertenece solo al pasado: hoy se observa en la invisibilización de medicinas tradicionales, en la exclusión de mujeres y comunidades rurales del conocimiento académico y en la homogeneización cultural promovida por la globalización. Combatir el epistemicidio implica recuperar, valorar y revitalizar conocimientos diversos como parte de un horizonte de justicia cognitiva.
- Epistemología del sur
La epistemología del sur es una corriente de pensamiento impulsada principalmente por Boaventura de Sousa Santos, que reivindica los conocimientos y experiencias producidos en el sur global y en comunidades históricamente oprimidas. Este enfoque critica la hegemonía del conocimiento occidental moderno, que se presenta como universal, objetivo y neutral, pero que en realidad ha excluido y subordinado otras formas de saber. La epistemología del sur apuesta por un diálogo intercultural en condiciones de equidad, donde los saberes indígenas, afrodescendientes, campesinos, feministas y populares sean reconocidos como legítimos. En la práctica, promueve metodologías participativas, investigación colaborativa y educación descolonizada. Este marco no solo amplía el horizonte académico, sino que también fortalece luchas políticas por la dignidad y la autodeterminación. En la cultura woke, representa un desafío a la arrogancia epistémica occidental y una invitación a construir conocimiento desde la pluralidad.
- Espacios seguros
Los espacios seguros son entornos, físicos o digitales, diseñados para que personas marginadas o vulnerables puedan expresarse y participar sin temor a discriminación, violencia, acoso o burla. Estos espacios surgen como respuesta a entornos hostiles, especialmente en universidades, colectivos feministas, grupos LGBTQ+ y comunidades racializadas. La noción de espacio seguro implica no solo protección, sino también el fomento de la confianza, la empatía y el respeto mutuo. Sus críticos los consideran una forma de “infantilización” o una amenaza a la libertad de expresión, al limitar voces contrarias. Sin embargo, sus defensores subrayan que no se trata de censura, sino de generar condiciones de igualdad real para quienes han sido sistemáticamente silenciados. En el contexto de la cultura woke, los espacios seguros son herramientas fundamentales para crear comunidades inclusivas y resilientes frente a la violencia estructural.
F↑
- Feminismo decolonial
El feminismo decolonial cuestiona los enfoques hegemónicos del feminismo occidental, destacando cómo este ha ignorado o marginado las experiencias de mujeres racializadas, indígenas y del sur global. Inspirado en el pensamiento decolonial, este feminismo denuncia cómo la colonización impuso no solo jerarquías raciales, sino también modelos de género y sexualidad que aún persisten. Intelectuales como María Lugones han señalado cómo la “colonialidad de género” articuló nuevas formas de opresión sobre mujeres indígenas y afrodescendientes. El feminismo decolonial propone, en cambio, una política de la diferencia que recupere saberes ancestrales, espiritualidades y resistencias comunitarias. En la práctica, se expresa en movimientos de mujeres indígenas que defienden el territorio, la lengua y la memoria. Su aporte principal es mostrar que el feminismo no puede ser universal ni homogéneo, sino que debe reconocer las múltiples formas de opresión y resistencia situadas históricamente.
- Feminismo interseccional
El feminismo interseccional es una corriente que entiende que la opresión de género no puede analizarse de manera aislada, sino que se entrelaza con otras categorías como raza, clase, orientación sexual, discapacidad o migración. El concepto de interseccionalidad fue acuñado por Kimberlé Crenshaw en los años 80 para explicar cómo las mujeres negras enfrentaban discriminaciones simultáneas por su género y su raza, invisibilizadas por feminismos blancos y movimientos antirracistas. En la actualidad, el feminismo interseccional se ha expandido a múltiples contextos y se utiliza para analizar cómo distintas estructuras de poder interactúan y producen desigualdades complejas. En el activismo, este enfoque ha llevado a coaliciones más amplias entre movimientos sociales, así como a políticas públicas que reconocen necesidades específicas de colectivos múltiples. Su importancia radica en cuestionar los reduccionismos y abrir paso a un feminismo plural, inclusivo y situado.
G↑
- Gaslighting
El gaslighting es una forma de manipulación psicológica en la que una persona busca hacer dudar a otra de su percepción, memoria o juicio, con el fin de controlarla o invalidarla. El término proviene de la obra de teatro Gas Light (1938) y su adaptación cinematográfica, donde un marido manipula a su esposa para que crea que está perdiendo la cordura. En contextos sociales y políticos, el gaslighting se utiliza para describir estrategias que minimizan experiencias de opresión (“eso que sentiste no es racismo”, “exageras el acoso”), generando inseguridad y silencio en quienes las sufren. En relaciones de poder, puede ser ejercido por individuos, instituciones o discursos mediáticos. En la cultura woke, identificar el gaslighting es clave para validar experiencias históricamente deslegitimadas y generar herramientas de resistencia frente a dinámicas de manipulación y negación.
- Género fluido
El género fluido es una identidad que no se ajusta a categorías fijas de “hombre” o “mujer”, sino que varía a lo largo del tiempo, el contexto o el estado emocional de la persona. Quienes se identifican como género fluido pueden experimentar cambios en su expresión o autoidentificación, reconociendo el género como un proceso dinámico. Este concepto desafía el binarismo de género y la idea de identidades estables, y se relaciona estrechamente con las corrientes queer. En la cultura woke, visibilizar el género fluido significa reconocer la pluralidad de experiencias humanas y cuestionar los marcos normativos que imponen coherencia entre sexo, género e identidad. Aunque algunos críticos lo consideran una moda, el género fluido responde a una tradición de existencias no binarias que han sido históricamente silenciadas en diversas culturas. Reconocerlo es parte de ampliar el horizonte de libertad de género.
- Género no binario
El género no binario se refiere a identidades que no encajan en las categorías tradicionales de “hombre” o “mujer”. Incluye una gran diversidad de experiencias: personas que se identifican con ambos géneros, con ninguno, con uno alterno o con una mezcla cambiante. El término se usa como paraguas para visibilizar existencias históricamente invisibilizadas y patologizadas. En la cultura woke, el reconocimiento de identidades no binarias es central para cuestionar sistemas legales, educativos y culturales basados en el binarismo de género. Esto incluye desde la implementación de pronombres neutros en el lenguaje hasta la creación de opciones legales más inclusivas en documentos oficiales. Aunque todavía enfrenta resistencias sociales y legales, el género no binario representa un cambio de paradigma en la forma de entender la identidad humana. Supone aceptar que la diversidad de género es tan amplia como las personas mismas.
- Gordofobia
La gordofobia es la discriminación, prejuicio o rechazo hacia personas con cuerpos grandes o gordos. Este fenómeno se manifiesta en múltiples ámbitos: la medicalización de la gordura como enfermedad, la exclusión laboral y educativa, la invisibilización en la moda y el entretenimiento, y la asociación de la delgadez con belleza y éxito. Más allá de la dimensión individual, la gordofobia funciona como un sistema de opresión que legitima violencias cotidianas y refuerza estándares estéticos inalcanzables. En la cultura woke, denunciar la gordofobia es reconocer que el cuerpo gordo no es un problema a corregir, sino una expresión legítima de diversidad corporal. Movimientos como fat acceptance y body positive buscan resignificar el orgullo de los cuerpos gordos y desmantelar las estructuras culturales que los estigmatizan. La gordofobia afecta la autoestima, la salud mental y el acceso a derechos básicos, por lo que combatirla es parte de la lucha por la dignidad.
H↑
- Heteronormatividad
La heteronormatividad es el sistema de creencias y prácticas que asume que la heterosexualidad es la orientación sexual natural, deseable y universal. Este marco coloca a las relaciones entre hombre y mujer como modelo dominante y relega a la marginalidad otras orientaciones e identidades. La heteronormatividad opera en leyes, instituciones, educación, medios de comunicación y prácticas culturales, imponiendo roles de género rígidos y sancionando la diferencia. En la cultura woke, criticar la heteronormatividad significa reconocer cómo esta estructura no solo discrimina a personas LGBTQ+, sino que también limita la libertad de todas las personas al imponer normas rígidas sobre el amor, la sexualidad y la familia. Movimientos queer y transfeministas han desafiado activamente este paradigma, proponiendo modelos más diversos e inclusivos de convivencia y afectividad. El cuestionamiento de la heteronormatividad es clave para avanzar hacia sociedades más libres e igualitarias.
I↑
- Identidad de género
La identidad de género es la vivencia interna, individual y profundamente sentida de ser hombre, mujer, ambos, ninguno o cualquier otra identidad. No necesariamente coincide con el sexo asignado al nacer y puede expresarse a través de formas diversas de vestir, hablar, moverse o relacionarse. En la cultura woke, el respeto a la identidad de género es un principio fundamental de reconocimiento y dignidad. Esto implica garantizar el uso de nombres y pronombres elegidos, así como el acceso a derechos legales y sociales acordes con la identidad de cada persona. El concepto también cuestiona visiones biologicistas que reducen el género a lo biológico, subrayando que es una construcción social y cultural. Reconocer la identidad de género es esencial para avanzar en justicia social y combatir sistemas que imponen un único modo válido de existir. Se trata de un derecho humano central.
- Identidad intersex
La identidad intersex se refiere a personas que nacen con características sexuales (genitales, cromosomas, gónadas u hormonas) que no se ajustan a las definiciones binarias de masculino o femenino. La intersexualidad es una realidad biológica diversa que ha sido históricamente patologizada, medicalizada y sometida a cirugías no consentidas con el fin de “normalizar” los cuerpos. Desde la cultura woke, se reivindica la intersexualidad como parte de la diversidad humana, rechazando las intervenciones médicas coercitivas y promoviendo el derecho a la autodeterminación corporal. Las luchas intersex han visibilizado cómo los sistemas de género binarios se sostienen mediante violencia sobre cuerpos que desafían sus categorías. Reconocer y respetar la identidad intersex implica garantizar derechos humanos básicos, acceso a la salud integral y visibilidad cultural. El movimiento intersex también cuestiona la noción misma de normalidad en torno al sexo y al género.
- Igualdad sustantiva
La igualdad sustantiva es el principio que busca no solo garantizar igualdad formal en las leyes, sino también condiciones materiales reales para que todas las personas puedan ejercer sus derechos en igualdad de circunstancias. Mientras la igualdad formal se limita a declarar que “todas las personas son iguales ante la ley”, la igualdad sustantiva reconoce que factores como pobreza, género, raza o discapacidad crean desigualdades que requieren medidas específicas de compensación. En la cultura woke, este principio es clave para diseñar políticas públicas que reconozcan la diversidad y promuevan equidad. Ejemplos incluyen cuotas de género en la política, becas para comunidades racializadas o ajustes razonables en el ámbito laboral para personas con discapacidad. La igualdad sustantiva apunta a transformar estructuras de opresión, no solo a nivelar el punto de partida. Es una noción de justicia más profunda y transformadora.
- Inclusión
La inclusión es el proceso de garantizar que todas las personas, independientemente de sus características o identidades, puedan participar plenamente en la sociedad en condiciones de igualdad y dignidad. A diferencia de la integración, que supone la adaptación de las personas a sistemas ya existentes, la inclusión implica transformar dichos sistemas para que sean accesibles, equitativos y respetuosos de la diversidad. En la cultura woke, la inclusión abarca ámbitos como la educación, el trabajo, la política y la vida comunitaria, donde se promueve la eliminación de barreras físicas, culturales y simbólicas. Ejemplos de prácticas inclusivas son el uso de lenguaje accesible, la representación de minorías en espacios de decisión y la implementación de políticas de accesibilidad universal. La inclusión no es una concesión, sino un derecho que busca garantizar la participación plena y efectiva de todas las personas en la sociedad.
- Interseccionalidad
La interseccionalidad es un marco analítico que explica cómo distintas formas de opresión —como racismo, sexismo, clasismo, homofobia o capacitismo— interactúan y se entrecruzan, produciendo experiencias únicas de discriminación. El concepto fue formulado por Kimberlé Crenshaw en 1989 y desde entonces se ha expandido en el feminismo, los estudios críticos de raza y otros movimientos sociales. La interseccionalidad permite entender, por ejemplo, que una mujer negra puede enfrentar discriminaciones específicas que no se explican solo desde el género o solo desde la raza. En la cultura woke, este concepto es fundamental porque evita reduccionismos y promueve soluciones integrales a la injusticia social. Ha sido clave en la formulación de políticas inclusivas y en la creación de coaliciones amplias entre movimientos sociales. La interseccionalidad no es solo una teoría, sino también una práctica de solidaridad transformadora.
J↑
- Justicia climática
La justicia climática es un enfoque que reconoce que la crisis ambiental no afecta a todas las personas por igual, sino que tiene un impacto desproporcionado en comunidades pobres, racializadas, indígenas y del sur global. Este concepto va más allá de ver el cambio climático como un problema técnico y lo entiende como una cuestión de justicia social y derechos humanos. La justicia climática señala que quienes menos han contribuido a la crisis —como pueblos indígenas o países empobrecidos— son quienes más sufren sus consecuencias. En la cultura woke, se considera un imperativo ético redistribuir responsabilidades y recursos, exigir rendición de cuentas a los países y corporaciones más contaminantes, y garantizar transiciones energéticas justas. El concepto conecta luchas ambientales, decoloniales y feministas, planteando que no habrá sostenibilidad sin equidad. Se trata de un movimiento global que busca unir ecología y justicia social.
- Justicia epistémica
La justicia epistémica es el reconocimiento y la reparación de las desigualdades en el acceso a producir, validar y transmitir conocimiento. Muchas comunidades —indígenas, afrodescendientes, mujeres, personas con discapacidad— han sido históricamente marginadas como fuentes de saber, tratadas como menos creíbles o directamente silenciadas. La filósofa Miranda Fricker distingue dos formas principales: la injusticia testimonial, cuando se resta credibilidad a alguien por prejuicios (por ejemplo, a mujeres denunciando violencia de género), y la injusticia hermenéutica, cuando un grupo carece de los conceptos necesarios para expresar su experiencia (como ocurrió con el término “acoso sexual” antes de que existiera). En la cultura woke, la justicia epistémica es un principio central para democratizar el conocimiento, visibilizar voces subalternas y transformar instituciones académicas y mediáticas. No se trata solo de reconocer saberes diversos, sino de redistribuir el poder de definir qué cuenta como conocimiento válido.
- Justicia reproductiva
La justicia reproductiva es un marco político y social que va más allá del derecho al aborto o al control de la natalidad, e incluye la posibilidad real de decidir si tener o no hijos, en qué condiciones y con qué apoyos. Este enfoque fue desarrollado por mujeres afroamericanas en los años 90, quienes señalaron que hablar de “elección” era insuficiente si no se abordaban las desigualdades estructurales que limitan esa libertad. Así, la justicia reproductiva abarca el acceso a servicios de salud, la lucha contra la esterilización forzada, el derecho a criar en condiciones seguras y la eliminación de barreras económicas y raciales. En la cultura woke, este concepto conecta derechos sexuales, reproductivos y sociales, subrayando que no hay libertad real sin condiciones materiales dignas. Es un enfoque interseccional que integra género, clase, raza y políticas públicas.
L↑
- Lenguaje inclusivo
El lenguaje inclusivo es una práctica lingüística que busca visibilizar y reconocer la diversidad de género y evitar formas de expresión que reproduzcan exclusión. Sus estrategias incluyen el uso de desdoblamientos (niños y niñas), de formas neutras (personas, alumnado) o de recursos como la “e” (todes, compañeres). Aunque genera debates apasionados, el lenguaje inclusivo responde a la crítica de que el masculino genérico invisibiliza a mujeres y disidencias. En la cultura woke, su importancia trasciende lo gramatical: es una herramienta de transformación cultural que reconoce existencias marginadas. Sus detractores lo acusan de artificioso o innecesario, pero sus defensores lo entienden como un paso hacia sociedades más justas y plurales. El lenguaje no solo describe la realidad, también la moldea; por eso, revisarlo implica abrir posibilidades nuevas de representación y pertenencia.
- LGBTQIA+
El acrónimo LGBTQIA+ reúne a lesbianas, gays, bisexuales, trans, queer, intersex, asexuales y otras identidades y orientaciones que desafían la norma cisheterosexual. La suma del “+” indica apertura a nuevas formas de autoidentificación. Este paraguas ha sido fundamental para construir alianzas entre colectivos históricamente fragmentados, aunque también genera tensiones sobre jerarquías internas o sobre qué identidades logran mayor visibilidad. En la cultura woke, la sigla simboliza resistencia, orgullo y diversidad, así como una lucha contra la patologización y criminalización que han sufrido estos grupos. También visibiliza cómo la opresión no es homogénea: ser gay blanco urbano no implica las mismas condiciones que ser lesbiana indígena o persona trans migrante. Más que una etiqueta fija, LGBTQIA+ es un espacio político en constante expansión que refleja la riqueza y complejidad de las disidencias sexuales y de género.
M↑
- Masculinidad tóxica
La masculinidad tóxica describe un conjunto de normas y comportamientos culturales que definen lo que “debe ser” un hombre en sociedades patriarcales: agresivo, dominante, emocionalmente frío, sexualmente conquistador y ajeno al cuidado. Estas expectativas no solo dañan a mujeres y disidencias, sino también a los propios hombres, que se ven presionados a reprimir emociones, asumir riesgos innecesarios y distanciarse de la ternura o la vulnerabilidad. En la cultura woke, criticar la masculinidad tóxica no significa demonizar a los hombres, sino cuestionar un modelo de socialización que perpetúa violencia de género, homofobia y autodestrucción. Movimientos de nuevas masculinidades promueven alternativas basadas en la empatía, el respeto y el cuidado, reconociendo que la libertad también implica liberarse de mandatos opresivos. La transformación de la masculinidad es vista como parte esencial de la lucha por igualdad y justicia.
- Memoria histórica
La memoria histórica es el esfuerzo colectivo por recuperar, preservar y reconocer las experiencias, luchas y sufrimientos de comunidades oprimidas que han sido silenciadas por narrativas oficiales. Este concepto se aplica, por ejemplo, en la recuperación de testimonios de víctimas de dictaduras, de pueblos indígenas sometidos a genocidios o de movimientos sociales invisibilizados. En la cultura woke, la memoria histórica es una herramienta de justicia simbólica y política: sin recordar, no es posible reparar ni transformar. Implica revisar críticamente archivos, monumentos, currículos escolares y discursos nacionales que han borrado violencias coloniales, raciales o de género. La memoria no es un simple recuerdo, sino una disputa por el sentido del pasado y su relación con el presente. Recuperarla fortalece identidades colectivas y habilita horizontes de dignidad, reconociendo a quienes fueron negados en la historia oficial.
- Meritocracia
La cultura del mérito, o meritocracia, es la creencia en que el éxito individual depende exclusivamente del esfuerzo, talento y trabajo personal, sin considerar factores estructurales como raza, género, clase o discapacidad. Aunque presenta una narrativa atractiva de justicia y esfuerzo, esta visión ignora las desigualdades históricas que determinan el acceso a recursos, oportunidades y reconocimiento. En la crítica woke, la meritocracia se entiende como un mito funcional al neoliberalismo, que culpabiliza a quienes no logran ascender socialmente y exime al sistema de responsabilidad. Por ejemplo, se exige excelencia académica a estudiantes de sectores empobrecidos sin reconocer las barreras materiales que enfrentan. De este modo, la meritocracia legitima desigualdades al atribuirlas a fallas individuales en lugar de a estructuras de opresión. Repensar el mérito implica reconocer la importancia de la equidad, la redistribución y la justicia social en la construcción de oportunidades reales.
- Microagresiones
Las microagresiones son comentarios, gestos o actitudes cotidianas que transmiten desprecio, estereotipos o exclusión hacia personas de grupos marginados, aunque muchas veces de forma sutil o inconsciente. Ejemplos incluyen preguntar a una persona racializada “¿de dónde eres realmente?”, asumir heterosexualidad en todas las personas o felicitar a alguien con discapacidad “por ser tan valiente”. Aunque puedan parecer inofensivas, las microagresiones generan un desgaste acumulado que impacta en la autoestima, la salud mental y el sentido de pertenencia. En la cultura woke, visibilizar las microagresiones es fundamental para comprender cómo operan las violencias estructurales a nivel cotidiano, más allá de actos explícitos de discriminación. Reconocerlas no implica censura, sino fomentar empatía y conciencia sobre el poder del lenguaje y los gestos. Combatirlas es parte de crear entornos verdaderamente inclusivos.
N↑
- Neocolonialismo
El neocolonialismo describe formas contemporáneas de dominación que, aunque no implican colonización directa de territorios, reproducen dependencias económicas, políticas y culturales entre el norte y el sur global. Se manifiesta en prácticas como el control de recursos naturales por corporaciones multinacionales, la imposición de modelos de desarrollo por organismos internacionales o la hegemonía cultural de países poderosos. En la cultura woke, denunciar el neocolonialismo es señalar que la independencia formal de los estados no significó igualdad real, sino una nueva fase de subordinación. El neocolonialismo también opera en el ámbito epistémico, imponiendo modelos educativos y de conocimiento occidentales sobre saberes locales. Movimientos decoloniales e indígenas luchan contra estas dinámicas mediante soberanía alimentaria, autogestión comunitaria y reivindicación cultural. El término conecta luchas antirracistas, feministas y ambientales bajo un mismo horizonte: desmantelar la colonialidad en todas sus formas.
- Neomarxismo cultural
El término “neomarxismo cultural” es una etiqueta usada principalmente por sectores conservadores para deslegitimar teorías críticas feministas, antirracistas o queer, acusándolas de querer imponer una agenda ideológica de izquierda en la cultura y la educación. Aunque no tiene un fundamento académico sólido, el concepto ha circulado en discursos políticos y mediáticos como explicación conspirativa de cambios sociales progresistas. Se presenta como heredero de la Escuela de Frankfurt, aunque simplifica y distorsiona su pensamiento. En la cultura woke, esta etiqueta se considera una estrategia de pánico moral que busca desacreditar demandas legítimas de igualdad, presentándolas como amenaza al orden tradicional. Más que una categoría analítica, funciona como herramienta retórica para polarizar el debate público. Su uso revela la resistencia que generan las transformaciones culturales impulsadas por movimientos de justicia social.
O↑
- Orientación sexual
La orientación sexual describe la atracción afectiva, emocional y/o sexual hacia otras personas. Incluye categorías como heterosexualidad, homosexualidad, bisexualidad, pansexualidad, asexualidad, entre otras. A diferencia de lo que plantean discursos normativos, la orientación sexual no es fija ni universal; puede variar en el tiempo y se vive de maneras muy diversas. En la cultura woke, reconocer esta diversidad es fundamental para cuestionar la heteronormatividad y promover derechos igualitarios. Además, se destaca que la orientación sexual no debe ser objeto de patologización ni discriminación, sino entendida como parte de la diversidad humana. Políticas inclusivas, representación cultural y educación sexual integral son herramientas clave para garantizar respeto y equidad. Reconocer la orientación sexual como espectro abre el camino a sociedades más libres y menos restrictivas en sus concepciones de amor y deseo.
- Orientalismo
El orientalismo es un concepto desarrollado por Edward Said para describir cómo Occidente ha construido una imagen estereotipada, exotizada y subordinada de “Oriente” (Asia, Medio Oriente, norte de África) con fines de dominación política y cultural. Este discurso presenta a Oriente como atrasado, sensual, irracional o autoritario, en contraste con un Occidente moderno, racional y superior. El orientalismo no es solo un conjunto de prejuicios, sino una estructura de poder que ha legitimado colonización, guerras y desigualdades globales. En la cultura woke, se utiliza para analizar representaciones culturales —cine, literatura, medios— que perpetúan estereotipos raciales y culturales. También invita a repensar cómo seguimos reproduciendo jerarquías coloniales en la globalización. El orientalismo es, en suma, una herramienta crítica para desmontar narrativas que justifican desigualdad bajo la apariencia de conocimiento.
P↑
- Patriarcado
El patriarcado es un sistema social, político y cultural basado en la dominación masculina sobre mujeres y disidencias sexuales y de género. Se manifiesta en la distribución desigual de poder, en normas culturales que privilegian lo masculino, en la división sexual del trabajo y en violencias simbólicas y físicas. El patriarcado no es una estructura estática, sino un entramado que se adapta y se reproduce en distintos contextos históricos. En la cultura woke, combatir el patriarcado implica cuestionar sus múltiples expresiones: desde la brecha salarial hasta la violencia sexual, desde los estereotipos en medios hasta la exclusión política. También supone reconocer cómo se entrecruza con racismo, colonialismo y clasismo. Desmontar el patriarcado no significa invertir la jerarquía, sino construir relaciones más horizontales, igualitarias y respetuosas. Es uno de los ejes centrales de los feminismos contemporáneos.
- Performatividad de género
La performatividad de género es un concepto desarrollado por Judith Butler que sostiene que el género no es una esencia interna ni una identidad fija, sino una serie de actos, gestos y prácticas repetidas que crean la ilusión de estabilidad. Según esta teoría, al repetir normas sociales sobre lo que significa ser “hombre” o “mujer”, producimos y reproducimos el género. En la cultura woke, la performatividad de género es una herramienta clave para mostrar que el género no es natural ni inevitable, sino construido y, por lo tanto, transformable. Esto abre espacio para resistencias, parodias o resignificaciones que desafían las normas hegemónicas, como el drag o el uso de pronombres neutros. Aunque algunos malinterpretan la teoría como si dijera que el género es “simplemente un juego”, su potencia radica en mostrar cómo las identidades son dinámicas y abiertas a cambio.
- Personas gestantes
El término personas gestantes se utiliza para referirse a todos los individuos que tienen la capacidad biológica de llevar un embarazo, sin limitar la categoría únicamente a “mujeres”. Este concepto surge de los debates contemporáneos sobre género e inclusión lingüística, especialmente en el marco de la cultura woke y de los movimientos feministas interseccionales y transfeministas. Reconoce que no todas las personas que pueden gestar se identifican como mujeres: también pueden hacerlo hombres trans o personas no binarias. Su uso busca visibilizar estas realidades y garantizar que las políticas de salud reproductiva, los marcos legales y los discursos públicos sean inclusivos y respeten la diversidad de identidades de género.
En la práctica, hablar de personas gestantes implica un cambio en la forma de concebir la maternidad y la reproducción, alejándose de la asociación exclusiva con la feminidad. Esto ha generado debates intensos: para defensores, es un avance en justicia social y en el reconocimiento de derechos, mientras que críticos lo ven como un exceso de corrección política que “borra” a las mujeres. Más allá de la polémica, el concepto subraya que el lenguaje tiene un papel político y que nombrar de manera inclusiva puede ser una herramienta para garantizar acceso equitativo a derechos sexuales y reproductivos.
- Perspectiva de género
La perspectiva de género es un enfoque analítico y político que permite identificar, cuestionar y transformar desigualdades derivadas de las construcciones sociales de género. Aplicada en políticas públicas, educación o investigación, busca visibilizar cómo los roles y estereotipos afectan de manera diferenciada a mujeres, hombres y disidencias. En la cultura woke, la perspectiva de género es esencial para garantizar justicia social, ya que permite analizar cómo interactúan el género con otras dimensiones como clase, raza o discapacidad. Este enfoque no se limita a agregar a las mujeres a la agenda, sino que busca transformar estructuras que generan desigualdad. Ejemplos de aplicación son presupuestos con perspectiva de género, leyes de paridad política o programas educativos que cuestionan estereotipos sexistas. Incorporarla implica reconocer que la igualdad formal es insuficiente sin cambios estructurales.
- Pluralismo jurídico
El pluralismo jurídico reconoce la coexistencia de múltiples sistemas de derecho dentro de un mismo territorio, especialmente en contextos donde conviven el derecho estatal y los sistemas normativos de pueblos indígenas o comunidades locales. Este enfoque cuestiona la idea de que solo el Estado tiene autoridad legítima para definir lo legal, y abre espacio a formas de justicia basadas en tradiciones, espiritualidades y prácticas comunitarias. En la cultura woke, el pluralismo jurídico es visto como parte de la descolonización del derecho y de la recuperación de soberanías locales. También plantea desafíos sobre cómo garantizar derechos humanos universales sin imponer homogeneidad cultural. Ejemplos incluyen el reconocimiento de la justicia indígena en constituciones de países andinos o la defensa de sistemas comunitarios de resolución de conflictos. El pluralismo jurídico amplía la noción de justicia al reconocer la diversidad cultural y normativa.
- Polarización
La polarización es el proceso social y político por el cual las opiniones, identidades o grupos se dividen en posiciones opuestas y extremas, dificultando la construcción de consensos o diálogos intermedios. No se trata solo de la existencia de desacuerdos, sino de la consolidación de campos enfrentados donde cada uno percibe al otro no como adversario legítimo, sino como amenaza. En la cultura woke y en los debates sobre justicia social, la polarización es un fenómeno frecuente: mientras un sector defiende derechos de minorías, igualdad racial o políticas inclusivas, otro sector reacciona con discursos de “anticorrección política” o rechazo a lo que consideran excesos de lo woke. Este proceso se amplifica por redes sociales, que refuerzan burbujas de información y alimentan confrontaciones emocionales. Aunque la polarización puede visibilizar injusticias y movilizar cambios, también corre el riesgo de bloquear el diálogo democrático y alimentar la desinformación. Entender la polarización implica analizar tanto las desigualdades estructurales que la generan como los mecanismos mediáticos y políticos que la explotan para mantener sociedades divididas.
- Políticas identitarias
Las políticas identitarias son estrategias políticas basadas en la afirmación de identidades compartidas —como raza, género, sexualidad, clase o discapacidad— para luchar contra la discriminación y reclamar derechos. Surgieron con fuerza en la segunda mitad del siglo XX, cuando colectivos como el movimiento feminista, el Black Power o el activismo gay articularon demandas desde sus experiencias particulares. En la cultura woke, las políticas identitarias se consideran fundamentales para visibilizar opresiones específicas, pero también generan debates sobre fragmentación y universalismo. Sus críticos argumentan que dividen a la sociedad en grupos cerrados, mientras que sus defensores sostienen que solo reconociendo diferencias se puede construir verdadera igualdad. Las políticas identitarias son tanto una herramienta de empoderamiento como un campo de disputa sobre cómo articular luchas diversas sin perder el horizonte común.
- Poscolonialismo
El poscolonialismo es un campo de estudios y movimientos intelectuales que analizan las consecuencias culturales, políticas y sociales del colonialismo tras la independencia formal de los países colonizados. Autores como Homi Bhabha, Gayatri Spivak y Edward Said han mostrado cómo la colonialidad persiste en representaciones culturales, estructuras económicas y jerarquías raciales. El poscolonialismo examina cómo identidades híbridas, resistencias culturales y narrativas alternativas emergen en contextos atravesados por la herencia colonial. En la cultura woke, este enfoque ayuda a desnaturalizar la centralidad de Occidente y a valorar la pluralidad de experiencias históricas. Aunque comparte preocupaciones con el decolonialismo, el poscolonialismo se ha desarrollado principalmente en contextos académicos anglófonos, mientras que el decolonialismo tiene fuerte arraigo en América Latina. Ambos coinciden en señalar que el colonialismo no es solo un hecho del pasado, sino una condición estructural que aún organiza el mundo.
- Privilegio blanco
El privilegio blanco se refiere a los beneficios, ventajas y oportunidades que las personas consideradas blancas disfrutan en sociedades racializadas, sin necesidad de buscarlos conscientemente. Estos privilegios incluyen desde representación mayoritaria en medios y política, hasta la presunción de inocencia en interacciones con la policía o la facilidad de encontrar productos acordes a su tono de piel. En la cultura woke, reconocer el privilegio blanco no es un ejercicio de culpa individual, sino una herramienta para entender cómo el racismo opera estructuralmente. Implica identificar cómo se distribuye el poder y cómo se naturaliza la superioridad de la blancura como norma. El concepto ha generado resistencia en sectores que lo interpretan como ataque personal, pero su finalidad es mostrar desigualdades históricas y actuales. Reconocer el privilegio blanco es un primer paso hacia la construcción de sociedades más justas y equitativas.
Q↑
- Queer
El término queer fue históricamente usado como insulto en inglés contra personas homosexuales y disidentes sexuales, pero a partir de los años 80 y 90 fue resignificado como bandera de orgullo y resistencia. El movimiento queer se caracteriza por rechazar etiquetas fijas de identidad y por desafiar los binarismos de género y sexualidad. En la teoría queer, impulsada por autorxs como Judith Butler y Eve Kosofsky Sedgwick, se sostiene que el género y la sexualidad son construcciones fluidas, performativas y abiertas a la subversión. En la cultura woke, lo queer representa una apuesta por la libertad radical frente a normas heteronormativas y cisnormativas. Más que una identidad cerrada, es un posicionamiento político y cultural que celebra la diversidad y la disidencia. También cuestiona la asimilación de ciertas identidades LGBTQ+ en el orden dominante, defendiendo prácticas de resistencia contrahegemónica.
R↑
- Racialización
La racialización es el proceso mediante el cual ciertos grupos o individuos son definidos, clasificados y tratados en función de supuestas características raciales. No se trata de una descripción neutra, sino de una práctica social que produce jerarquías y desigualdades. La racialización puede manifestarse en estigmatización (como asociar criminalidad a jóvenes negros), en políticas migratorias (donde ciertos cuerpos son vistos como amenazas) o en representaciones culturales. En la cultura woke, denunciar la racialización significa evidenciar que la “raza” no es una categoría biológica, sino una construcción social con efectos materiales. La racialización no solo afecta a quienes son marcados como “otros”, sino que también refuerza el privilegio blanco como norma implícita. Analizar este proceso permite comprender cómo se sostienen sistemas racistas y cómo transformarlos hacia sociedades más equitativas e inclusivas.
- Racismo ambiental
El racismo ambiental describe cómo las comunidades racializadas y empobrecidas suelen ser desproporcionadamente expuestas a contaminación, desastres ecológicos y proyectos extractivos, mientras que las poblaciones privilegiadas acceden a entornos más seguros y saludables. Ejemplos incluyen la ubicación de basureros tóxicos en barrios afroamericanos en EE. UU., o la minería en territorios indígenas en América Latina. En la cultura woke, el racismo ambiental es un concepto clave para unir justicia social y ambiental, mostrando que la degradación ecológica no afecta por igual a todos los grupos. Denunciarlo implica exigir políticas que reconozcan desigualdades estructurales y garanticen que las soluciones climáticas no reproduzcan injusticias. El concepto también conecta con la justicia climática y el decolonialismo, al evidenciar cómo el modelo de desarrollo global se sostiene sobre la explotación diferencial de comunidades marginadas y sus territorios.
- Racismo sistémico
El racismo sistémico es la forma estructural y generalizada en que el racismo se reproduce en instituciones, leyes, prácticas sociales y representaciones culturales, más allá de prejuicios individuales. Se manifiesta en brechas salariales, en la sobrerrepresentación de personas racializadas en cárceles, en la invisibilidad de referentes culturales no blancos o en desigualdades en el acceso a salud y educación. En la cultura woke, este concepto es fundamental porque desplaza el foco del “racista individual” hacia sistemas completos que producen y sostienen desigualdad racial. Reconocer el racismo sistémico implica aceptar que no basta con sancionar conductas discriminatorias puntuales, sino que se requiere una transformación profunda de estructuras sociales. Sus críticos suelen negarlo alegando igualdad legal, pero las estadísticas y experiencias muestran que las desigualdades persisten. Combatirlo exige cambios institucionales, políticos y culturales de gran alcance.
- Relativismo cultural
El relativismo cultural es la idea de que las prácticas, creencias y valores deben entenderse en el contexto de la cultura en la que surgen, y no juzgarse según criterios externos. Fue un principio central en la antropología del siglo XX como respuesta al etnocentrismo occidental. En la cultura woke, el relativismo cultural es valorado como herramienta para reconocer la diversidad y evitar imposiciones coloniales, pero también genera debates cuando prácticas culturales chocan con principios universales de derechos humanos. Por ejemplo, ¿cómo conciliar respeto cultural con la condena a la mutilación genital femenina? El relativismo invita a la cautela en los juicios, pero también puede ser usado para justificar desigualdades. Por ello, muchos movimientos lo combinan con una postura crítica que defiende tanto el pluralismo cultural como la dignidad y autonomía de las personas.
- Religión secular
se utiliza de forma crítica para describir cómo ciertos valores y prácticas asociados a esta corriente social adquieren una dimensión similar a la de una fe o credo, pero sin referencia a lo trascendente o lo divino. Se alude a que algunos principios del woke —como la justicia social, la equidad de género, la inclusión o la lucha contra el racismo— son asumidos con un nivel de compromiso, fervor y normas morales que recuerdan a las estructuras de una religión, aunque enmarcados dentro de una visión laica y progresista. Desde esta perspectiva, la cultura woke funciona como una “religión secular” en tanto ofrece un marco ético, identitario y comunitario que regula conductas y legitima formas de pertenencia o exclusión social.
- Representación
La representación se refiere a la forma en que diferentes grupos sociales aparecen —o no aparecen— en los medios, la política, la educación y la cultura. No es solo una cuestión de visibilidad, sino de cómo se construyen imágenes, estereotipos y narrativas sobre esas identidades. En la cultura woke, la representación importa porque impacta directamente en la autoestima, las oportunidades y el reconocimiento social de colectivos históricamente marginados. Una representación diversa y respetuosa permite que más personas se vean reflejadas y legitima sus experiencias. Sin embargo, la representación superficial o estereotipada puede reforzar prejuicios. De ahí la importancia de pensar no solo en “más diversidad”, sino en representaciones que cuestionen desigualdades y promuevan transformaciones. El debate sobre representación atraviesa desde películas de Hollywood hasta currículos escolares y campañas publicitarias.
- Revisión histórica
La revisión histórica es el proceso de reinterpretar el pasado a la luz de nuevas fuentes, perspectivas o sensibilidades sociales. No se trata de falsificar la historia, sino de cuestionar relatos oficiales que han invisibilizado a ciertos actores o minimizado violencias. En la cultura woke, la revisión histórica busca rescatar memorias de mujeres, pueblos colonizados, comunidades afrodescendientes, disidencias sexuales y otros sujetos subalternos. También implica reevaluar monumentos, símbolos y narrativas nacionales que glorifican figuras coloniales o racistas. Sus críticos la acusan de “reescribir” la historia por motivos ideológicos, pero sus defensores argumentan que toda historia es interpretación, y que revisar es parte del avance del conocimiento. La revisión histórica es clave para construir sociedades más justas, donde el pasado se mire con honestidad y responsabilidad, y no con silencios cómplices.
S↑
- Sexismo benevolente
El sexismo benevolente es una forma de discriminación que, en lugar de manifestarse con hostilidad abierta, se presenta como actitudes aparentemente positivas o protectoras hacia las mujeres, pero que refuerzan estereotipos de inferioridad o dependencia. Ejemplos incluyen frases como “las mujeres son más puras” o “ellas necesitan protección masculina”. Aunque puede sonar halagador, este tipo de sexismo perpetúa la idea de que las mujeres no son plenamente autónomas y deben ocupar roles tradicionales. En la cultura woke, el sexismo benevolente se denuncia porque invisibiliza desigualdades reales al disfrazarse de caballerosidad o cuidado. También dificulta la detección de violencias más explícitas, al enmascararlas bajo discursos amables. Combatirlo implica cuestionar las raíces culturales que asocian valor femenino con fragilidad y resignificar el cuidado como práctica compartida y no como justificación para la subordinación.
- Síndrome del salvador blanco.
El "síndrome del salvador blanco" es una crítica a la actitud de una persona blanca que se percibe a sí misma, o es representada por otros, como la salvadora de personas no blancas, usualmente en contextos de asistencia humanitaria, migración o representación artística. Esta visión, a menudo sarcástica, refuerza el rol de héroe de la persona blanca al tiempo que puede subestimar la autonomía y la capacidad de las comunidades locales, perpetuando así una mentalidad colonial y el sentimiento de superioridad de la raza blanca.
La persona blanca se sitúa en una posición de superioridad, creyendo que tiene el conocimiento o la capacidad para "rescatar" o "ayudar" a personas de culturas diferentes.Aunque a menudo se manifiesta de buena fe, esta actitud puede causar daño al impedir la participación y el desarrollo de los miembros de las comunidades afectadas y al promover una visión simplista de la realidad.
- Sistema de opresión
Un sistema de opresión es un entramado de instituciones, normas, prácticas y representaciones que estructuran desigualdades de poder entre grupos sociales. No se trata solo de actos individuales de discriminación, sino de mecanismos históricos y colectivos que reproducen privilegios y subordinaciones. Ejemplos son el patriarcado, el racismo sistémico, el capacitismo o la heteronormatividad. En la cultura woke, este concepto permite entender que las desigualdades no son accidentes, sino productos de sistemas organizados. También ayuda a articular luchas colectivas, ya que muestra que la opresión de género, raza o clase está interconectada. Identificar sistemas de opresión no es un ejercicio teórico, sino una estrategia política para desmantelarlos y construir alternativas basadas en equidad y justicia. Implica pasar del análisis individual al estructural, situando las causas de la desigualdad en dinámicas históricas y sociales más amplias.
- Solidaridad radical
La solidaridad radical es un compromiso político que va más allá de la empatía ocasional o el apoyo simbólico, y que implica arriesgar privilegios y confrontar estructuras de poder para acompañar luchas ajenas como propias. Este concepto subraya que las opresiones están interconectadas, por lo que la liberación de un grupo depende de la liberación de todos. En la cultura woke, la solidaridad radical se expresa en alianzas entre movimientos feministas, antirracistas, ambientalistas, LGBTQIA+ e indígenas, que reconocen que sus luchas no son separadas, sino comunes. Implica escuchar a quienes viven en primera persona la opresión, ceder espacios de poder y construir coaliciones interseccionales. A diferencia de la solidaridad superficial, busca cambios estructurales y no solo gestos simbólicos. Es un principio ético y político que sostiene la posibilidad de transformaciones colectivas profundas.
- Sororidad
La sororidad es un principio de alianza y apoyo mutuo entre mujeres, basado en el reconocimiento de experiencias compartidas de opresión patriarcal y en la construcción de vínculos de confianza y cuidado. Surgido en los feminismos latinoamericanos, este concepto se ha expandido globalmente como práctica política y ética que busca contrarrestar la rivalidad y competencia impuestas por sistemas patriarcales. En la cultura woke, la sororidad implica acompañar, escuchar y sostener a otras mujeres en sus luchas personales y colectivas, desde la denuncia de violencia hasta la defensa de derechos laborales. No se trata de negar diferencias entre mujeres, sino de construir redes de apoyo frente a un sistema común de opresión. La sororidad se expresa en movimientos como #MeToo o las marchas feministas, donde lo personal y lo político se entrelazan en solidaridad activa.
T↑
- Techo de cristal
El techo de cristal es una metáfora que describe las barreras invisibles que impiden a las mujeres y disidencias alcanzar posiciones de poder o liderazgo, incluso cuando cuentan con méritos y capacidades. Estas barreras no son explícitas, pero se sostienen en prejuicios, estereotipos y estructuras laborales que favorecen a los hombres. Ejemplos incluyen la falta de modelos femeninos en la alta dirección, la penalización de la maternidad o la subvaloración de competencias “femeninas”. En la cultura woke, el techo de cristal es una evidencia de cómo la igualdad formal no garantiza igualdad real de oportunidades. Su identificación ha impulsado políticas de acción afirmativa, cuotas de género y programas de mentoría. No se trata solo de abrir puertas individuales, sino de transformar estructuras organizacionales que limitan la participación plena de las mujeres en espacios de poder.
TERF (Trans-Exclusionary Radical Feminist).
- Teoría crítica de la raza
La teoría crítica de la raza es un campo interdisciplinario surgido en Estados Unidos en los años 70 y 80 que analiza cómo el racismo está incrustado en las leyes, políticas e instituciones, y no solo en prejuicios individuales. Sus exponentes, como Kimberlé Crenshaw, Derrick Bell y Richard Delgado, sostienen que el racismo es normal y cotidiano en la sociedad, no una anomalía. En la cultura woke, esta teoría es fundamental para cuestionar sistemas jurídicos y educativos que se presentan como neutrales, pero que perpetúan desigualdades raciales. Sus aportes incluyen la interseccionalidad, la narrativa como herramienta crítica y la denuncia del “colorblindness” (ceguera al color) como una forma de negar el racismo estructural. Aunque ha sido blanco de ataques políticos, sigue siendo una herramienta clave para movimientos antirracistas y de justicia social.
- Teoría de la justicia social (John Rawls)
La teoría de la justicia social desarrollada por John Rawls en A Theory of Justice (1971) es una de las propuestas filosóficas más influyentes del siglo XX sobre cómo deben organizarse las instituciones de una sociedad justa. Rawls plantea el concepto de “justicia como equidad”, una idea que busca garantizar la imparcialidad mediante un experimento mental: el “velo de la ignorancia”. Según este principio, si las personas tuvieran que diseñar las reglas básicas de la sociedad sin saber qué posición ocuparán en ella —si serán ricas o pobres, sanas o enfermas, hombres o mujeres, blancas o racializadas—, elegirían principios justos que protejan a los más desfavorecidos, ya que podrían encontrarse en esa situación. De ahí surgen dos principios: (1) cada persona debe tener iguales derechos y libertades básicas, y (2) las desigualdades económicas y sociales solo son aceptables si benefician a los menos favorecidos (principio de diferencia). En relación con la cultura woke, la teoría de Rawls es clave porque provee un marco normativo que respalda políticas redistributivas, inclusión de minorías y sistemas de protección social. Sin embargo, también recibe críticas por no abordar con suficiente fuerza cuestiones de poder, racismo estructural o patriarcado, aspectos que corrientes feministas, decoloniales y críticas posteriores han buscado complementar.
- Teoría del punto de vista
La teoría del punto de vista, desarrollada por feministas como Nancy Hartsock, sostiene que las personas oprimidas, al vivir experiencias de marginación, poseen una perspectiva privilegiada para comprender cómo funcionan las estructuras de poder. No significa que sus experiencias sean infalibles, sino que revelan ángulos que quienes ocupan posiciones de privilegio tienden a ignorar. En la cultura woke, esta teoría se aplica para valorar los conocimientos situados de mujeres, personas racializadas, trabajadoras y disidencias sexuales como aportes fundamentales al análisis social. También ha influido en metodologías participativas, donde las comunidades no son objetos de estudio, sino sujetos activos de conocimiento. La teoría del punto de vista subraya que la objetividad no es neutralidad, sino una construcción que puede ampliarse incorporando voces históricamente excluidas.
- Teoría Queer
La teoría queer es un campo académico y político que cuestiona las categorías fijas de identidad sexual y de género, sosteniendo que son construcciones sociales inestables y performativas. Inspirada en el posestructuralismo y el feminismo, sus referentes incluyen a Judith Butler, Eve Sedgwick y Michel Foucault. La teoría queer rechaza el binarismo hombre/mujer y heterosexual/homosexual, proponiendo un enfoque fluido de la sexualidad y el género. En la cultura woke, este marco es esencial para desafiar normas heteronormativas y cisnormativas, así como para abrir espacio a identidades y prácticas diversas. Aunque criticada por sectores que la consideran demasiado abstracta, la teoría queer ha tenido gran impacto en movimientos sociales, artes y pedagogías críticas. Su fuerza radica en mostrar que las categorías que parecen naturales son en realidad históricas, políticas y cambiables.
- TERF (Trans-Exclusionary Radical Feminist)
El término TERF designa a feministas radicales que excluyen a las mujeres trans de sus luchas, argumentando que solo quienes nacieron con sexo femenino pueden ser consideradas mujeres. Aunque algunas de sus representantes defienden esta postura como una defensa del feminismo clásico, en la cultura woke se entiende como una posición transfóbica que refuerza la opresión de las personas trans. Las TERF suelen oponerse al uso de lenguaje inclusivo, a las leyes de identidad de género y a la participación de mujeres trans en espacios feministas. Este conflicto ha generado fuertes tensiones dentro del movimiento feminista global. Desde una perspectiva interseccional, se critica que estas posturas ignoran la violencia específica que enfrentan las mujeres trans y reproducen exclusiones similares a las que el feminismo históricamente ha combatido. El término se usa tanto descriptivamente como en debates polémicos.
- Transfeminismo
El transfeminismo es una corriente feminista que integra las experiencias, luchas y perspectivas de las personas trans dentro de las luchas feministas más amplias. Defiende que el feminismo debe ser inclusivo y reconocer que el patriarcado oprime de formas particulares a mujeres trans y a personas no binarias. En la cultura woke, el transfeminismo es clave para tender puentes entre movimientos, combatir exclusiones internas y construir solidaridades más amplias. También denuncia la patologización y violencia que enfrentan las personas trans en ámbitos como la salud, el trabajo o la educación. El transfeminismo no se limita a “incluir” a las personas trans en el feminismo, sino que plantea aportes teóricos y políticos propios, como la crítica a la naturalización del sexo biológico. Es un llamado a un feminismo plural, interseccional y verdaderamente liberador.
- Transfobia
La transfobia es el conjunto de prejuicios, discriminaciones y violencias dirigidas contra personas trans y no binarias. Puede manifestarse en formas explícitas, como agresiones físicas o exclusión laboral, pero también en microagresiones, negación de pronombres o cuestionamiento de identidades. En la cultura woke, la transfobia se entiende como una expresión del patriarcado y de la cisnormatividad, que buscan imponer un orden binario y rígido del género. Combatirla implica no solo sancionar actos violentos, sino transformar estructuras culturales que consideran ilegítima la diversidad de género. La transfobia tiene consecuencias graves: desde altos índices de desempleo hasta tasas elevadas de violencia y suicidio en poblaciones trans. Reconocerla y combatirla es parte esencial de construir sociedades inclusivas y respetuosas de todas las formas de existencia.
- Transgénero
El término transgénero se refiere a personas cuya identidad de género no coincide con el sexo asignado al nacer. Engloba una amplia diversidad de experiencias, desde quienes realizan transiciones médicas hasta quienes no las consideran necesarias. En la cultura woke, la identidad trans es reconocida como una forma legítima de existencia que merece pleno respeto y derechos. La lucha trans ha sido central en la ampliación de marcos legales sobre identidad de género, acceso a salud y protección contra la discriminación. También ha inspirado debates sobre representación, deporte, lenguaje y políticas públicas. Reconocer a las personas trans como sujetas de derecho es un paso fundamental hacia la equidad de género. El término “transgénero” se diferencia de “transexual”, que históricamente enfatizó aspectos médicos, mientras que hoy se prioriza el enfoque identitario y social.
V↑
- Victimización
La victimización es un proceso social en el que ciertas identidades o grupos son posicionados constantemente como víctimas, ya sea para reconocer sus sufrimientos o, en algunos discursos críticos, para acusarlos de usar la victimización como estrategia política. En la cultura woke, el reconocimiento del daño sufrido por comunidades oprimidas es un paso necesario para la justicia. Sin embargo, los detractores de la cultura woke acusan a estos movimientos de fomentar una “cultura de la victimización”, donde se prioriza la queja sobre la acción. La reflexión crítica reconoce que es importante visibilizar la violencia y la opresión, pero también evitar que la identidad de víctima sea la única forma de reconocimiento. Se trata de equilibrar memoria y denuncia con agencia, dignidad y capacidad transformadora de los sujetos oprimidos. Existe la expresión más específica de la victimización digital describe la manera en que las experiencias de opresión y victimización se narran, amplifican y, a veces, instrumentalizan en plataformas en línea. Internet y las redes sociales han permitido que personas y colectivos marginados visibilicen violencias antes silenciadas, pero también han generado debates sobre la “economía de la indignación”, donde la exposición constante de experiencias de dolor se convierte en contenido viral.
- Violencia de género
La violencia de género es toda forma de violencia física, psicológica, sexual, económica o simbólica ejercida contra personas en razón de su género, con el objetivo de mantener relaciones de poder desiguales. Aunque afecta principalmente a mujeres y disidencias sexuales, puede impactar en cualquier persona que desafíe las normas de género. En la cultura woke, esta violencia se entiende como un problema estructural y no como casos aislados, lo que exige respuestas integrales en justicia, salud, educación y cultura. Incluye fenómenos como el feminicidio, el acoso callejero, la violencia doméstica y la violencia institucional. Combatirla implica transformar no solo leyes, sino también patrones culturales que la sostienen. La violencia de género es un indicador central de las desigualdades patriarcales y uno de los principales frentes de acción de los feminismos contemporáneos.
- Violencia simbólica
La violencia simbólica, concepto de Pierre Bourdieu, se refiere a las formas de dominación que operan de manera invisible a través de símbolos, lenguaje y representaciones, logrando que los dominados acepten su subordinación como natural. Ejemplos incluyen la idea de que las mujeres son “menos aptas” para ciertos trabajos, o la representación constante de personas racializadas en roles subalternos en medios. En la cultura woke, la violencia simbólica es clave para entender cómo las desigualdades se reproducen sin necesidad de violencia física directa. Detectarla implica cuestionar discursos, imágenes y prácticas cotidianas que legitiman la exclusión. Combatirla requiere procesos de concientización, educación crítica y transformación cultural profunda. La violencia simbólica muestra que el poder no se impone solo por la fuerza, sino también por la producción de sentidos.
- Voz subalterna
El concepto de voz subalterna, inspirado en los estudios poscoloniales de Gayatri Spivak, señala cómo ciertos grupos —como campesinos, mujeres colonizadas o minorías— son históricamente silenciados en los discursos dominantes. No se trata solo de que no se les escuche, sino de que sus modos de hablar y significar son invalidados o apropiados. En la cultura woke, rescatar la voz subalterna significa crear condiciones para que estos grupos hablen en sus propios términos y no a través de representantes privilegiados. Esto implica cuestionar cómo la academia, los medios y la política tienden a hablar sobre los subalternos en lugar de escuchar a los subalternos. El concepto invita a replantear quién tiene autoridad para producir conocimiento y a reconocer la legitimidad de saberes populares, comunitarios y no occidentales.
W↑
- Woke
El término woke proviene del inglés “awake” (despierto) y originalmente se usaba en comunidades afroamericanas para describir la conciencia frente al racismo y la injusticia. Con el tiempo, se amplió a una actitud general de conciencia social frente a múltiples opresiones: racismo, sexismo, homofobia, transfobia, colonialismo, entre otros. En la cultura woke, estar “despierto” significa no aceptar pasivamente las desigualdades y luchar activamente por lograr la justicia social. Sin embargo, el término ha sido cooptado y usado peyorativamente por críticos que lo presentan como sinónimo de exageración o censura moral. Pese a estas controversias, el concepto sigue representando un llamado a la conciencia crítica y a la acción social transformadora. Ser woke no es una identidad cerrada, sino una práctica constante de cuestionamiento y solidaridad.
- Woke washing
El woke washing es una estrategia de mercadotecnia y comunicación mediante la cual empresas, instituciones o figuras públicas adoptan discursos progresistas vinculados a la justicia social, el feminismo, el antirracismo, el ambientalismo o los derechos LGBTQ+, sin un compromiso real con las transformaciones estructurales que dichos discursos implican. Se trata de una forma de lavado de imagen que busca capitalizar causas sociales legítimas para mejorar la reputación, atraer consumidores o ganar legitimidad, mientras las prácticas internas de la organización pueden continuar reproduciendo desigualdades o incluso contradiciendo los valores proclamados. Ejemplos frecuentes son campañas publicitarias que celebran la diversidad mientras las compañías mantienen condiciones laborales precarias, o corporaciones que exhiben apoyo al Pride Month con logos arcoíris, pero no implementan políticas de inclusión ni garantizan derechos a sus empleados LGBTQ+. En este caso si quisiéramos ser más específicos podríamos usar la expresión Pink Washing. En la cultura woke, el concepto de woke washing es central para señalar la cooptación del lenguaje emancipador por parte del capitalismo global, fenómeno que también se relaciona con el llamado capitalismo woke. Denunciarlo implica exigir coherencia, responsabilidad corporativa y un compromiso auténtico con el cambio social, evitando que la justicia social se convierta en una mera estética de consumo despolitizada. En el caso de las empresas que quieren vender una imagen de responsabilidad con el medio ambiente estaríamos hablando de green washing
X↑
- Xenofobia
La xenofobia es el rechazo, prejuicio o discriminación hacia personas extranjeras o percibidas como tales. Puede manifestarse en actitudes hostiles, discursos políticos, exclusión laboral o violencia física. En la cultura woke, la xenofobia se analiza como parte de sistemas de racialización y nacionalismo excluyente que utilizan al “otro extranjero” como chivo expiatorio de problemas sociales. Se vincula a políticas migratorias restrictivas, muros fronterizos y discursos de odio. Combatirla implica promover sociedades interculturales, garantizar derechos para personas migrantes y cuestionar la construcción de la “nación” como espacio homogéneo. La xenofobia no es solo un sentimiento individual, sino un fenómeno estructural alimentado por crisis económicas, políticas y mediáticas. Desmantelarla requiere cambios en políticas públicas, educación y cultura, orientados hacia el reconocimiento de la diversidad humana como riqueza.
Z↑
- Zona de contacto
El concepto de zona de contacto, desarrollado por Mary Louise Pratt, se refiere a los espacios sociales donde culturas en situación de poder desigual se encuentran, chocan e interactúan. Estos espacios pueden ser coloniales, migratorios, educativos o mediáticos, y están marcados por conflicto, negociación y creatividad. En la cultura woke, la noción de zona de contacto ayuda a entender cómo se producen hibridaciones culturales, resistencias y apropiaciones en contextos de desigualdad. También permite analizar cómo el lenguaje, la literatura o el arte son escenarios de disputa intercultural. Las zonas de contacto no son neutrales, sino atravesadas por relaciones de poder, pero también ofrecen oportunidades para la solidaridad y la transformación. Reconocerlas implica ver la cultura no como algo puro y fijo, sino como un proceso dinámico y relacional.
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